Mauricio LLaver

1 de marzo de 2013

Con el Marce en la Place Gambetta, Bordeaux, el primer fin de semana que nos pudimos escapar de Pomerol.

El mensaje de texto era corto pero la puntuación mostraba que estaba entusiasmado. Era de Marcelo Pelleriti y decía: “100 Parker La Violette y 99 Parker Le Gay!!!!!!!!!!!!!!”. Lo llamé al toque y, sin introducción, le dije: -“No me estás jodiendo, ¿no?” -“No, boludo, todavía no caigo”.

Ahí me puse a tuitearlo pero, sobre todo, me empezaron a caer imágenes de octubre del año pasado, de todo el mes que pasé laburando (a sus órdenes, obvio) en La Violette, en Le Gay, en Montviel, en que nos llovió todos los días, en que el tipo aguantaba toda la presión de la cosecha, en que tenía un plano con las 44 (sí, cuarenta y cuatro) parcelas en que tenía divididas las uvas en Pomerol. Y también me puse a pensar en todas las cosas que hemos hecho en In Vino Veritas, con el Ale Vigil y el Jose Bahamonde, y en todas las guitarras que ha tocado, y los muchísimos vinos que nos hemos tomado, y en su esposa la Gaby,  su hijito Luca, su hijita Rafita, y en la vez que se llevó a mi hijo Mauricio a la cosecha a Francia y yo sentía que lo cuidaba como si fuera su hijo, y qué se yo, me entró a agarrar la emoción.

El Marce Pelleriti es un gran tipo, pero gran tipo, y yo me siento con él como si fuera un hermano. Y sé que se rompió el alma estudiando y que tiene una obsesión casi malsana por hacer siempre un vino mejor. Pero sobre todo es un gran amigo de sus amigos y a veces hasta le reprocho, secretamente, que sea tan generoso. Que tenga la satisfacción de ser un número uno -entre muchos número uno que tenemos entre los enólogos de aquí- me pone feliz, de vuelta, como si fuera mi propio hermano. Los dioses le han otorgado la fortuna de reconocerle su talento, y yo no puedo salir de mi alegría y de mi emoción.